martes, 7 de marzo de 2017

La consciencia y tres neuronas de ratón.

En los últimos días, una noticia ha tenido un particular eco en el mundo de la neurociencia: El hallazgo de una neurona gigante que rodea el cerebro del ratón en su totalidad.
Con técnicas genéticas que hacen que las neuronas produzcan una proteína fluorescente cuando están expuestas a cierto medicamento, este equipo de investigación resaltó la trayectoria de diversas neuronas que vienen de una región cerebral llamada "claustro". El claustro está formado por sustancia gris, es decir, cuerpos neuronales, y sus axones (prolongaciones de las neuronas) viajan a diversas partes de la corteza cerebral.
El descubrimiento se hizo en el equipo de trabajo de Kristoff Koch, uno de los investigadores famosos por haber propuesto un modelo neurobiológico de la consciencia, es decir, una hipótesis basada en estructuras cerebrales de cómo es que percibimos las distintas sensaciones que nos provoca el mundo como una sola experiencia integrada que le sucede a un "yo".
Según Kristoff Koch, el claustro está relacionado con la experiencia consciente. Su deducción viene del hecho de que el claustro recibe y envía información de y a gran parte de la corteza cerebral. La mayoría de los modelos que buscan la base cerebral de la consciencia consideran que la experiencia consciente emerge de la interconexión y la comunicación de diversas zonas del cerebro. Hasta hoy, no existe una confirmación de que el claustro tenga un rol en la experiencia consciente, y el modelo de Koch se queda en la lista de espera junto a otras posibles explicaciones reduccionistas (que consideran que la consciencia puede explicarse simplemente mirando los circuitos cerebrales).

El alboroto alrededor de este reciente hallazgo surge precisamente porque la famosa neurona gigante y periférica que descubrió el equipo de Koch tiene su origen en el claustro. Por ello, este investigador lo considera evidencia de que esta estructura cerebral podría estar controlando las "entradas" y "salidas" de información de la corteza cerebral, generando una experiencia consciente. Pero para muchos otros investigadores, no es evidencia suficiente para sostener que el claustro sea la base cerebral de la consciencia, y lo valioso de este trabajo es más bien la capacidad de rastrear con precisión los trayectos de los axones neuronales y el descubrimiento de que una sola neurona pueda circundar el cerebro entero. Nuestro cerebro no sólo tiene miles de millones de neuronas, sino que está embebido en un cuerpo que se nutre del complejo mundo que lo rodea. ¿No es entonces un poco exagerado asumir que una neurona que rodea el cerebro nos dará la solución a un problema tan complejo como la consciencia?
La neurona que viaja lejos abrazando el cerebro del que emerge, emitiendo sinapsis en distintas zonas de la corteza, además de una imagen impresionante es un descubrimiento resultado de intenso trabajo y ciencia de la más alta calidad. Pero atribuirle a esta neurona parte de la generación de la experiencia consciente y creer que su descubrimiento nos ayuda a resolver un problema filosófico milenario no es más que una atractiva solución metafórica a un problema mucho más complejo que colorear con proteínas fluorescentes tres neuronas de ratón.

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